El miedo a los ruidos (o incluso la fobia a los ruidos,
cuando este miedo es extremo) es más común de lo que podemos pensar y son
muchos los animales de compañía que presentan este problema. No todos los
animales que lo sufren reaccionan del mismo modo, de modo que podemos observar
reacciones variadas entre unos y otros. Los gatos que tienen miedo suelen
esconderse mientras que los perros son más propensos a ir corriendo a
refugiarse, bien al lado del dueño o bajo algún lugar donde se sientan protegidos,
también pueden quedarse paralizados o temblar, gemir, e incluso defecar.
Los ruidos que más ponen en evidencia al perro o gato que
sufre miedo son las tormentas y los fuegos artificiales o los petardos. Parece
ser que, en el caso de las tormentas, hay ciertos animales muy sensibles a los
cambios de presión atmosférica o a los campos electromagnéticos que se producen
durante este fenómeno meteorológico. En cuanto a los fuegos artificiales y
petardos, no sólo existe un fuerte ruido, sino que es totalmente inesperado,
muy frecuente en poco tiempo y de noche, por lo que todas estas circunstancias
a la vez pueden aumentar la ansiedad del animal.
Parece ser que hay cierta predisposición racial (Basset Hound,
Beagle, Collie y Pastor Alemán) y cierta predisposición en las hembras, si bien
no hay estudios concluyentes en este sentido.
¿Qué podemos hacer?
Nunca debemos cogerlo en brazos, protegerlo en exceso,
mimarlo, acariciarlo o hablarle con voz suave. Aunque estas actuaciones puedan
ser lo que nos parece que el perro necesita en ese momento, en realidad estamos
premiando al animal por su conducta de miedo, reforzando de este modo el
comportamiento que tiene en ese momento (gemidos, lloros, temblores…). Así,
estamos en verdad potenciando el miedo y facilitando que la próxima vez el
perro tiemble, gima y se asuste todavía más.
Lo que sí podemos hacer es permitir el acceso del perro a un
lugar donde él se vea seguro (debajo de la cama, en casa, en su cama…). Si
estamos en el exterior es importante llevarlo atado para que no salga corriendo
asustado (posibilidad de pérdidas, accidentes, etc). Por último, y esto es más
difícil dada la naturaleza de la causa del miedo, es evitar que el perro se vea
expuesto a ruidos fuertes.
Cuando el problema es serio porque el miedo es
desproporcionado, entonces debemos acudir al veterinario, que es el que nos
puede asesorar tanto en terapia de modificación de conducta (existen técnicas
de desensibilización que requieren normalmente largos periodos de tiempo), como
en tratamientos con fármacos (generalmente ansiolíticos) u otros tratamientos
naturales (feromonas, derivados de la caseína, piensos especiales).