Según Rubén Mentzel, docente de la Facultad de Ciencias Veterinaras de la UBA y especialista en comportamiento animal, la agresividad en los perros ha de entenderse, en términos generales, como un conjunto de factores entre los que se encuentran los ambientales, genéticos, individuales, fisiológicos, motivacionales, instrumentales y hasta patológicos. Como consecuencia de este fenómeno, se puede encontrar distintos grados de violencia canina que deberán ser tratados por especialistas de formas diferentes.
La agresividad es una conducta natural de los perros que permite regular las relaciones entre los miembros de una manada, y entre éstos y los otros animales. En el entorno doméstico esto se puede convertir en un problema que dificulte la convivencia del animal con las personas.
Los más pequeños de la casa suelen ser las víctimas más frecuentes y la explicación que los expertos dan a este fenómeno es que los menores no son realmente conscientes de las amenazas previas al ataque de un perro. Un conocimiento del lenguaje corporal de los canes puede evitar muchas veces un ataque. Esto mismo ocurre en los casos en los que la agresividad va dirigida a los miembros de la familia por conflictos de tipo jerárquico. En estos casos es de vital importancia conocer cómo se establece la jerarquía en una manada y las reglas que la mantienen en armonía para evitar este tipo de agresividad.
Aprendizaje y genética
Los comportamientos provienen principalmente del aprendizaje. Pero no se puede olvidar que un porcentaje, aunque pequeño, proviene de la herencia genética. Lo mismo sucede con la actitud violenta, diferente según las razas. Debido a esto, y a que la agresividad se ha convertido en un problema de salud pública, sería necesario controlar la tenencia de algunas razas, que es lo que ha intentado el gobierno español a través de una Ley sobre tenencia de animales potencialmente peligrosos, estableciendo un catálogo de razas de perros considerados como tales.
Si bien todos los perros son capaces de morder en algún momento de su vida, en esta lista se incluído una serie de razas y sus cruces, por considerarse que son animales de mordida potente y carácter más fuerte.
Por otra parte, considerando el componente de aprendizaje, puede decirse que la agresividad es culpa del propietario, cuando no le proporciona a su perro una educación correcta.
Perros de pelea
El entrenamiento al que se someten los perros utilizados para las peleas ilegales comienza a los tres meses de vida, alcanzando la madurez para la lucha a los dos años. El proceso degenerativo es duro. El perro, generalmente de conducta noble, es maltratado para que odie al mundo. Se les adiestra para matar comenzando a atacar los puntos débiles del rival: las patas y el hocico. Es habitual que para el entrenamiento se les ate a un coche y se les obligue a correr con el fin de que fortalezcan las piernas; se les hace
perseguir un trozo de carne que gira en círculo; o la goma, método con el que el perro salta y se queda en vilo, mordiendo un objeto y girando sobre sí mismo en el aire para reforzar la mandíbula.
No obstante, en la mayoría de los casos, los perros con problemas de agresividad no han sido entrenados, y pertenecen a un entorno familiar normal. En el origen de la agresividad intervienen numerosos factores como ya hemos dicho, y no hay que culpabilizar innecesariamente a los propietarios. Aunque su actuación no haya sido la más adecuada, hay que recordar que el propietario no es un técnico y que no ha recibido la información apropiada por parte de los que sí lo son.
Prevención
Los problemas de agresividad se pueden prevenir siempre y cuando se consideren tres aspectos fundamentales que todo nuevo propietario deber conocer:
El primero de ellos hace referencia a la cría y socialización del cachorro. Es importante que exista un control serio de los criadores de perros, y que éstos sean verdaderos profesionales que conozcan perfectamente los puntos críticos del desarrollo comportamental del cachorro, ya que son el origen de múltiples trastornos del comportamiento.
Es importante evitar destetes prematuros por debajo de las siete semanas. Hay que garantizar también un adecuado contacto del cachorro con las personas, tanto adultos como niños, y con otros perros durante el periodo de socialización.
El segundo punto tiene relación con la utilización del castigo y la recompensa. Es importante aprender a premiar y reprender de manera correcta la conducta del perro, el castigo no debe ser físico y debe aplicarse sólo si el animal es sorprendido en el acto.
El tercer punto se refiere al diagnóstico precoz de los problemas de agresividad. Cuanto antes se detecte, más sencillo será tratarlo y controlarlo. Aquí interviene tanto el propietario, que debe hablar del comportamiento de su perro al veterinario en las distintas visitas.